martes, 29 de julio de 2008

LA ESPALDA DEL MUNDO

La espalda del mundo, no hay mejor título para este documental, lleno de verdades y realidades que por lo general son muy crudas y duras como para reaccionar y muchas veces por ello, le damos la espalda.

El documental se compone de tres reportajes que afrontan muchas situaciones de degradación humana e injusticia social y política. Nos da el seguimiento a tres situaciones de exclusión , social, muy radical y de un gran poder político, en la que viven miles de personas en este mundo tan civilizado en el que creemos estar o en el que suponemos que los demás deberían estar, desgraciadamente un concepto muy equivocado.

Por lo que aportamos es casi nada por no decir nada. Tan sólo vemos y oímos pero por lo general nada hacemos. El documental nos da un acercamiento de cómo abordar la realidad del trabajo duro infantil, que mientras unos pocos piensan que deben abordarse otros creen que entra dentro de un contexto natural de supervivencia.

El primer pasaje, El niño, sigue los pasos de Guinder Rodríguez, un avispado y encantador muchacho de 11 años, que malvive con su numerosa familia en una casa - chabola de los suburbios más pobres de Lima “Carabayllo”. De su mano se muestra el duro trabajo de los picapedreros, al que se ven abocados muchos menores de la zona, que deben hacer esfuerzos heroicos para seguir recibiendo educación escolar. De mayor quiere ser contador.

El documental enserio me impactó, eran seres a los que se les quitaba lo que por derecho cada ser humano tiene: La niñez, esa oportunidad única en la vida en la que la que ser genuino es ser genial, esa parte a la que todos queremos regresar, al darnos cuenta que ser adulto no es tan "chévere" como deseábamos, y en la que soñar es algo fabuloso porque aún te quedan años, energía, y la fe de que puedes lograr lo que soñaste.

Por último, destaco el trabajo y la sensibilidad del director, pues capturó la historia y la proyectó como la vida de un luchador, y no de víctima, en este
caso, del niño, no se mostraban lágrimas ni derrotas.

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